jueves, 10 de noviembre de 2011

La llegada de los bárbaros

Cambio y fuera Adriana Malvido



Me pregunto qué hay en la cabeza de los criminales que llegaron al casino Royale, en Monterrey, lo rociaron de gasolina y mataron a 52 personas. ¿Qué hay en la mente de quien dio la orden? Qué, en la del automovilista que dispara contra un camión escolar o en la de quien inicia una balacera enfrente de una escuela o de un estadio de futbol lleno de gente.
La violencia “es un malentendido cultural y no una constante biológica”, concluyó Santiago Genovés luego del experimento antropológico que realizó al cruzar el Atlántico con un grupo multicultural a bordo de su balsa, el Acali, durante cien días.
Entonces, ¿de dónde viene el mal? A partir de esa pregunta, Bob Riemen, presidente del Instituto Nexus de Tilburg en Holanda, escribió su ensayo filosófico Nobleza de espíritu, una idea olvidada. Ahí plantea que ese mal que se esconde en el ser humano, cuyo poder radica precisamente en la imposibilidad de explicarlo con base en la razón, no se erradica con bombas ni granadas, sino en el largo camino de vuelta al humanismo. Con el rescate de la verdad, la libertad, la justicia y la dignidad, como pilares fundamentales del bien. Y mediante cambios sociales, drásticos pero pacíficos, que son posibles “gracias a la división de poderes, la garantía de libertades democráticas y los derechos humanos”.
Advierte: “Si una sociedad centra toda su atención en la seguridad se convierte en un Estado policial desprovisto de la libertad que nutre a la civilización. Tampoco conocerá la civilización una sociedad que asigne un valor absoluto a la prosperidad y el dinero, ya que caerá presa de la decadencia”.
El ensayo aborda la crisis de valores en las sociedades occidentales contemporáneas, donde la búsqueda del sentido de la vida ha sido sustituida por la persecución inmediata de un fin: el dinero y el consumo. Asistimos, pues, a la expulsión de la sabiduría y de la cultura y a la llegada de “los perfectos bárbaros”.
Sócrates, Erasmo, Spinoza, Kant, Mann o Camus “no cayeron en la soberbia de querer liberar a la humanidad del mal, sino que cumplieron con su deber de salvaguardar el conocimiento del bien”, advierte Riemen.
En esa línea, podemos decir que para salvaguardar el bien no basta con encarcelar criminales. Es urgente abrirle paso al humanismo. La eliminación de la filosofía, la ética, la estética y la lógica en los programas de bachillerato, por parte de la SEP, favorece más a la barbarie que a la formación de jóvenes que razonen, pregunten, aprendan a dialogar y a valorar la vida.
Como escribió el filósofo Guillermo Hurtado en Laberinto: “Lo que está en juego es algo demasiado importante: la educación de nuestros hijos, es decir, el futuro del país”.

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